Música

Sunday, December 02, 2007

Metamorfosis


Año 2500, tres siglos después de la gran tormenta de hielo que provocó una época glaciar que ha hecho que los pocos supervivientes que quedan vivan en una nueva forma de cárcel individual llamada comúnmente crisálida. Fue inventada poco antes del gran desastre como mecanismo experimental de aislante térmico para ser utilizado en la exploración de la cara oculta de la luna.

Se trata de un compuesto bioquímico que rocían sobre el cuerpo nada más nacer y se amolda a cada recoveco cubriendo hasta el último pelo. Forma una película transparente cuyo efecto, en comparación, es tres veces mayor que una capa de grasa de ballena.
A medida que el individuo crece la crisálida también y es capaz de reproducirse regenerando las partes dañadas. Permite la transpiración, y el intercambio de fluidos con el exterior. Sin ella la vida, sobre el helado planeta, sería imposible. A pesar de ser el invento más importante y revolucionario de todos los siglos, como todo artilugio creado por el hombre, tiene imperfecciones. Debido a que está formada por un pequeño porcentaje de tejido sintético el contacto piel con piel es desconocido para las nuevas generaciones y solo pueden llegar a estas sensaciones leyendo libros de la antigua era. Se les ha negado el placer de las caricias, el calor del pecho de una madre...

Pero hace cincuenta años, se lanzó al mercado una nueva droga, que consistía en una crema capaz de desintegrar la crisálida, cuyo eslogan rezaba "siente el verdadero placer". Al principio, la comercializaban como si de viagra se tratase, al ocasionar tantas muertes por congelación fue retirada y hoy solo se vende en el mercado del estraperlo. Todavía muchos jóvenes se sienten atraídos como moscas a la mierda asumiendo que no hay vuelta atrás, que lo único que les espera es la muerte. Los filósofos y literatos lo llaman el nuevo romanticismo.



Crislin era una chica de veinte años , pelirroja, de piel blanca, como el hielo que entierra las calles, delgada hasta el punto de parecer famélica, su cara era de facciones delicadas, en sus mofletes moteados de pecas se atisbaba un aire de inocencia y picardía y en sus ojos turquesas brillaba la curiosidad. Había salido con docenas de chicos, sin embargo, seguía virgen, porque desde pequeña había sido una consumada lectora y tenía la firme convicción de que hacer el amor sin el contacto de la piel era como hacerlo en la distancia por teléfono, y ninguno estaba dispuesto a morir con ella.
Cada atardecer el momento más frío del día iba a una cala que se encontraba detrás de su casa, para llegar había que bajar por un estrecho sendero que atravesaba un escarpado risco, al llegar se sentaba en la arena, justo donde rompían las pequeñas olas. Allí se desnudaba y soñaba que la brisa la rozaba haciéndole sentir un placer orgásmico. De esta forma, esperaba que el sol muriera detrás del horizonte, siempre le sobrecogía pensar que al final moriría sola como él y eso le hacía llorar.
Cansada de esperar el momento idílico y de soñar, sus visitas a la cala se volvieron menos frecuentes, hasta que dejó de ir. El tiempo pasó, su cuerpo era el mismo, pero su corazón estaba lleno de arrugas, su vida se convirtió en atormentada y solitaria, incluso, Crislin llegó al punto de la locura y en ocasiones tenía ataques de pánico e intentaba suicidarse, era una anciana en un cuerpo adolescente. El día de su treinta cumpleaños, como regalo, fue a hacerle una última visita a la playa de su juventud. Llevaba un vestido blanco del mismo color que la pureza que albergaba su cuerpo, iba descalza. Al llegar al principio del sendero, abrió el frasco que llevaba entre sus manos, solo una pizca bastaba, se extendió la crema por los hombros, poco a poco fue deslizando las asillas de su vestido que cayó lentamente resbalando por su contorno como si de una pluma se tratara y se adentró en el camino. El efecto de la droga empezaba a hacer efecto, notaba como se expandía por su cabeza, por sus pechos, su cintura, la cadera... cada escondrijo de su cuerpo fue liberado y como si de una mariposa se tratara había sufrido una metamorfosis que la convertía en una mujer libre. El aire jugaba con sus cabellos, esto le producía unos escalofríos placenteros que le recorrían la columna y la hacían encorvarse, cuando sus pelos rozaron sus hombros no pudo evitar sonreír, estaba sintiendo cosquillas. Al pisar la arena, enterró sus pies entre los granos que parecían pequeños cristales de hielo, sus mejillas se sonrojaron y sintió que un calor brotaba de su interior, un calor abrasador que la quemaba, nunca antes lo había experimentado, a pesar del frío de su alrededor, ella estaba ardiendo, su corazón latía cada vez más rápido a causa de la euforia, sus ojos refulgían y la respiración se le entrecortaba. De repente, bajo la mirada y descubrió que sus pecho estaban turgente, erizados, ansiosos, llenos de deseo. Estaba conmocionada, casi no podía andar para acercarse a la orilla, cuando el agua tocó su piel se retorció abrumada y agotada se echó en la orilla dejando que los últimos rayos de sol cayeran en su piel inmaculada. Junto a un climax interminable cerró los ojos y llegó el último estertor. Había muerto con el sol.